A Luciana Sofía
Por: Mauricio Rincón Andrade
Marta, empezó diciendo el doctor Bruno Forzi,
nació con una maldición encima: ser mujer. En una época y en una cultura en que
el hombre era el dueño y señor de todo y la mujer un simple objeto más del
inventario, como mi casa, mi alforja, mi rebaño, mi cabra o mi burro. Como
todas las mujeres de su época, Marta pasó de manos de su padre a las de su
prometido y futuro esposo. Antes de que le llegara su primera regla, ya era un
objeto de posesión de un hombre, uno que tenía la obligación de convertirse en
esposa en una franca desigualdad frente al varón. Estaba condenada a callar en
público, dado que no tenía voz ni voto en las asambleas, a vivir sin estudios y
a compartir su vida, muchas veces, con un hombre que no amaba y que la doblaba
en edad. Marta sería un ser insignificante y anónimo en la historia de no haber
sido por un pequeño detalle, su directa relación con un evangelio, no de los
apócrifos, sino de los canónicos.
La redacción, continuó el doctor Bruno Forzi, de
los llamados evangelios canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan) se fue dando de
forma progresiva. El primero de éstos que aparece, Marcos, lo podemos datar
alrededor del año 64 de la Era Común y el último, Juan, a finales del siglo I
de esta misma Era. Es decir, de la muerte del galileo a la redacción final del
primer evangelio canónico pasaron más o menos treinta y cuatro años. Los
exegetas, como todos sabemos, solemos colocar tres etapas en la formación de
los textos evangélicos: las palabras y acciones de Jesús, la tradición oral y
la tradición escrita. En la primera etapa, podemos ubicar el actuar histórico
de Jesús de Nazaret, lo que se conoce como su vida púbica, es decir, sus tres o
cuatro últimos años de existencia. En la segunda etapa se suele colocar la
predicación de ese grupo que se formó alrededor del galileo y que, con el paso
de los años, pasó a llamarse El camino. Y en la tercera etapa encontramos los
primeros intentos de redacción de hechos, dichos y parábolas de Jesús. No
podernos olvidar que, detrás de los evangelios finales, los que han llegado
hasta nosotros, se hallan primeras, segundas y hasta terceras ediciones que
buscaron colocar por escrito el mensaje del Señor.
El nombre que llevan los cuatro evangelios
canónicos se relaciona con uno de los discípulos del galileo, como sería el
caso de Mateo o de Juan, o de los discípulos de estos, Marcos, discípulo de
Pedro, y Lucas, discípulo de Pablo. A los tres primeros evangelios, es decir,
Marcos, Mateo y Lucas, se les suele designar como los “evangelios sinópticos”
por sus concordancias y la forma como estructuran el material. A diferencia de
los sinópticos, el evangelio de Juan presenta rasgos muy distintos, no sólo en
su estructura, sino en su estilo y teología. En cuanto al autor del cuarto
evangelio, se acepta, desde los primeros siglos, que es Juan, el apóstol, uno
de los hijos del Zebedeo, el “discípulo que Jesús quería mucho”.
¿A dónde quiere llegar, doctor Forzi?, parece que
estuviera en una clase elemental de Introducción al Nuevo Testamento y, me
disculpa, pero si no se ha dado cuenta, está en medio de doctores en Sagradas
Escrituras, discúlpeme, doctor Boismard, lo que ocurre es que estoy muy
agitado, pues, vaya al grano, por favor. Hace siete años, se reanudó una serie
de excavaciones que se habían suspendido muy cerca del Mar Muerto y se tuvo la
fortuna de hallar otra serie de valiosos manuscritos. El mes pasado, los
arqueólogos encargados de dichas excavaciones fueron a mi oficina, querían conocer
mi opinión acerca de una serie de papiros hallados en dicho lugar. Como ustedes
saben, el papiro es un material muy frágil y de muy poca duración, sin embargo,
estos papiros en concreto se encontraban envueltos en una especie de bolsa de
cuero y, por alguna razón que desconozco, se conservaban casi intactos. Revisé
los papiros superficialmente, estaban escritos en griego de la koiné, a primera vista me pareció una
copia del evangelio de Juan. Los arqueólogos me dejaron el texto y prometí
hacerle un estudio más detallado. Lo primero que hice fue enviarlos al
laboratorio para que les hicieran una prueba de carbono 14. Los resultados me
dejaron sorprendido, los papiros databan alrededor del año 50 de la Era Común,
es decir, mucho antes de la redacción final de los evangelios de Marcos, Mateo
y Lucas.
Pero ahí no terminó mi asombro. Empecé a examinar
los papiros exhaustivamente y me encontré que efectivamente contenían el
evangelio de Juan, menos elaborado que el texto que conocemos, pero en lo
esencial estaba frente al cuarto evangelio. Al final del texto, tenía una
especie de epílogo, que me dejó la sangre helada. El epílogo lo escribía, o al
menos eso decía, el autor del texto, contaba cómo había conocido al galileo y
el profundo impacto que le había causado su persona, además, hablaba del
conocimiento que tenía de la existencia de otra serie de textos relacionados
con él, muy posiblemente fragmentos de la llamada fuente Q. Al final de esta
especie de epílogo, decía que el autor de este texto, que sin lugar a dudas es
el primer evangelio que se escribió y la primera redacción del evangelio de
Juan, era, ¡esto es increíble!, sobre todo si pensamos en la posición que
tenían en esta época, ¿quién doctor Forzi?, ¿quién decía que era el autor?- lo
interpeló el doctor Antón Walsegg- el autor era una tal Marta, es decir, el
autor del texto, era una mujer.
El padre Bruno Forzi era una autoridad en
estudios bíblicos, había dedicado toda su vida a la profundización y análisis
de la Biblia. Dominaba a la perfección doce idiomas, cinco de ellos muertos,
era doctor en Filosofía, Teología y en Sagradas Escrituras, además, era un
excelente pianista. Sin embargo, lo que más llamaba la atención del doctor
Forzi era su humildad. Vivía hacía más de quince años en Jerusalén y nunca había
aceptado la rectoría de las universidades católicas más importantes del
planeta. Dictaba clases en la Escuela Bíblica de Jerusalén y colaboraba en las
más prestigiosas revistas bíblicas del mundo. Su amor al piano lo conjugaba con
otro igualmente fuerte, la bicicleta. Llegaba a sus clases en ella y su única
relación con la televisión era para ver las carreras en bicicleta más
importantes del mundo. Su pasión, dentro de los libros bíblicos, siempre había
sido el evangelio de Juan. Un texto que conocía de memoria, una obra compleja a
la cual le había dedicado sus mejores trabajos. Por eso, cuando llegaron a sus
manos aquellos papiros se sintió más joven que nunca, volvió a aquel lejano
pasado cuando tuvo su primer contacto con el cuarto evangelio. -Hoy he nacido
de nuevo- pensaba el doctor Bruno Forzi mientras realizaba un informe que tenía
que presentar a los exegetas más importantes del mundo.
Me parece una conclusión demasiado precipitada,
doctor Forzi, considero que esos papiros deben devolverse al laboratorio, estoy
seguro que hubo un error- afirmó el prestigioso exegeta alemán Antón Walsegg-.
No estoy de acuerdo con usted, doctor Walsegg, el informe, como usted mismo
verá en la copia que tiene en sus manos, es un completo análisis exegético,
¡créame!, he tenido en cuenta todos los aspectos, esos papiros, no sólo
corresponden a la época en que los datan las pruebas de laboratorio, sino que
son, en mi humilde opinión, la primera redacción del evangelio de Juan, es
decir, esos papiros contienen uno de los evangelios canónicos. ¿Es consciente
de las consecuencias que se desprenden de lo que nos está presentando doctor?-
lo interrogó el exegeta español José Luis Aldasoro-. Sí, doctor Aldasoro
respondió Forzi, lo soy. Yo
no estoy tan seguro, el profesor Bruno Forzi nos quiere convencer que los
Padres de la Iglesia estaban equivocados cuando aceptaban la autoría del cuarto
evangelio a Juan, uno de los hijos del Zebedeo, interrumpió Walsegg y, además,
que el evangelio de Juan fue el primero que se escribió, cuando todos los
estudios de los últimos siglos nos señalan que el primero fue Marcos, no es
exactamente eso lo que estoy tratando de decir, doctor Walsegg, ¿entonces
profesor?, todos conocemos la situación de la mujer en el siglo I de la Era
Común (empezó a responder Forzi mirando hacia el techo y tratando de ser lo más
preciso que pudiera), un evangelio escrito por una mujer no hubiese sido
aceptado como testimonio confiable y verdadero del galileo, por eso, la
primitiva comunidad, cuando encontró este texto, decidió dejarlo casi intacto
pero cambiarle el autor, colocándole el nombre de una de las personalidades más
importantes e influyentes del cristianismo primitivo, Juan, uno de los
discípulos del Señor, su argumento no me convence, intervino Walsegg, como usted
mismo dice, la situación de la mujer en esta época era desfavorable en todos
los aspectos y no veo cómo una mujer sin oportunidades de educación hubiese
sido capaz de escribir un texto tan complejo y rico como el cuarto evangelio,
posiblemente, contestó Forzi, esta mujer en concreto logró educarse de alguna
manera, no sea ridículo, doctor Bruno, esto no es una película de Indiana Jones,
estamos hablando de un libro canónico al que usted le está poniendo en duda su
autor y su datación después de casi dos mil años de aceptar a Juan, está
olvidando algo, doctor Walsegg, la acción del Espíritu Santo, él pudo actuar a
través de una mujer, de Marta en esta caso, ¿por qué no?, no meta al Espíritu
Santo en este asunto, creo más bien que su edad, y me perdona, le está haciendo
ver cosas donde no las hay, ¡no sea estúpido, Walsegg!, más bien es su tozudez
la que no lo deja aceptar algo tan claro y contundente como el análisis
exegético que he presentado y las pruebas de laboratorio, ese texto que
encontraron no sólo fue escrito por una mujer, sino que fue el primer evangelio
que se escribió, ¡esas pruebas deben ser falsas!, ¡piense lo que quiera,
doctorcito!, el tiempo me dará la razón, por mi parte, de ahora en adelante,
llamaré este texto el evangelio según Santa Marta, porque sólo una santa
pudo escribir un texto así. ¡Por favor doctores!, esto parece una discusión de
escolares, no hace falta que nos faltemos al respeto y no nos precipitemos en
sacar conclusiones, los resultados del estudio del doctor Bruno Forzi serán
cuidadosamente analizados y la Santa Sede tendrá la última palabra, concluyó el
prestigioso exegeta francés M. Boismard.
El
doctor Bruno Forzi regresó a Jerusalén a su sencilla habitación repleta de
libros y cassettes viejos con las obras de Malher y Brahms, sus compositores
favoritos y trató de volver a sus ocupaciones normales: las clases en la
escuela, sus paseos en bicicleta y su colaboración a las revistas bíblicas más
importantes del mundo. Esperó con suma paciencia el pronunciamiento oficial de
la Santa Sede. Con suma paciencia, lo repito, porque, tras cinco años, aún no
se había dado una respuesta oficial en relación con los papiros y su contenido.
Todo se acaba y la paciencia no es la excepción, por eso, después de más de
siete años, el doctor Bruno Forzi la perdió. Acudió a Roma con la esperanza,
ésta también se suele acabar, de conocer los resultados de las
investigaciones. En realidad no esperaba que se demoraran tanto,
considero, en mi humilde opinión, que el verdadero autor del cuarto evangelio
es una mujer llamada Marta y que fue el primer evangelio que se escribió,
manifestó Forzi, doctor, entienda que no es tan fácil como usted lo ve, un
asunto tan espinoso como este requiere tiempo, no se preocupe que, en menos de
lo que usted se lo imagina, tendremos un pronunciamiento oficial, le
respondieron.
A
su regreso a Jerusalén, se sintió más viejo que nunca; sin embargo, no quiso
abandonar sus clases, el piano, ni la bicicleta. Se distraía viendo la Vuelta a
España, el Tour de Francia, el Giro de Italia y otras
carreras que disfrutaba con mucho entusiasmo. No acababa de entender por qué se
tardaban tanto en dar un pronunciamiento oficial. Una noche soñó que abría una
Biblia y se encontraba con un cambio significativo, el cuarto de los evangelios
tenía como título: evangelio según Santa Marta. ¡Por fin lo aceptaron! Se
despertó feliz, dio un paseo por Jerusalén en bicicleta, almorzó bien y hasta
siesta hizo, en la tarde se sentó un rato frente al piano y toco algo de
Chopin. En la noche fue internado en un hospital. Al día siguiente, el mundo
católico se vio sacudido por una triste noticia: el prestigioso exegeta Bruno
Forzi murió la noche anterior en Jerusalén víctima de una complicación cardiaca.
A
la semana siguiente de la muerte del doctor Bruno Forzi, después de doce años
de haberse encontrado unos papiros cerca del Mar Muerto envueltos en una
especie de bolsa de cuero, salió un comunicado oficial de la Pontificia
Comisión Bíblica. En él se decía que hacía algunos años se habían hallado unos
manuscritos en una de las excavaciones cercanas al Mar Muerto que resultaron
ser una fiel copia del evangelio de Juan. Después de las pruebas de
laboratorios pertinentes, los manuscritos, según decía, databan alrededor del
siglo X de la Era Común. El estudio completo de dicho hallazgo, terminaba
diciendo el comunicado, será entregado a la luz pública por el doctor Antón
Walsegg.
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